Florida, EEUU: Sobre la muerte de Trayvon Martin

La historia es ya conocida. Un joven negro disparado a sangre fría por una persona en posición de autoridad. Parece que atrocidades de este tipo ocurren semanalmente. Sin embargo, nada cambia, a pesar de los números que engrosan las calles en las marchas denunciando los asesinatos. Gritos de justicia resuenan en cada esquina de la ciudad, del estado, del país, incluso, del mundo. Sin embargo, los asesinatos no disminuyen. Cada vez que la tragedia nos rompe el corazón, se abren  viejas heridas por las vidas que se perdieron antes, mientras se esculpen nuevas a medida que los detalles del homicidio salen a la luz.

Aunque esta vez fue algo diferente. El asesino no era un madero uniformado. Era un capitán de vigilancia vecinal sin licencia, un autoprcroclamado poli vestido de civil. No nos equivoquemos, aunque Zimmerman no era miembro con placa del departamento de policía local, sí era policía. Claramente, quería imitar los asesinatos racistas que había visto a su alrededor, representando una fantasía en su propio barrio.

Se ve caminando a un chico de piel oscura por las calles de un barrio de mayoría blanca. Zimmerman ve al chico como un intruso, y lo persigue por el barrio. El chico le cuenta a su novia por el móvil que un hombre raro le está siguiendo. Zimmerman habla con la policía por teléfono, haciendo un comentario racista al decirles a los maderos que le sigue la pista a una “persona sospechosa”.

Resuenan gritos en el barrio. Se dispara un arma. Los gritos paran. Un chico cae muerto con un disparo en el pecho. La poli llega a la escena y Zimmerman les cuenta que es el asesino. La policía uniformada acepta inmediatamente la versión falsa de Zimmerman de defensa propia y empieza a encubrir el asesinato. La policía elige proteger al asesino del procesamiento porque actúa según sus intereses, dejando a relucir, como siempre, que la policía no “sirve y protege” los verdaderos intereses de la comunidad. Tratan a Zimmerman como si fuera un hermano de armas. Los maderos actúan como una banda apoyada por el Estado, rechazando a aquellxs que no entran en los planes del amo en busca de un mundo dirigido por la codicia, y ayudando a quienes lo hacen.

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Otro linchamiento no provocado en el Sur. Esta vez, se desencadena el pánico. Se supone que estamos en una nueva era; ¿no nos deshicimos de los linchamientos? Muchxs creyeron que nos encontrábamos en una especie de América post-raza. El asesinato de Trayvon Martin ha pulverizado el mito. La rabia por el asesinato se extiende rápidamente por varias redes sociales y empieza a extenderse a las calles del país. No podemos seguir fingiendo que hemos borrado las viejas líneas del color que dividen nuestra sociedad.

La ira se dirige, sobre todo, a George Zimmerman por el momento, pero castigar solo al asesino no crea justicia. La muerte de Trayvon no es solo el resultado de una “manzana podrida” aspirante a policía exteriorizando sus creencias prejuiciosas y estereotípicas. Más bien, fue el resultado de una institución condenada que otorga el poder a matones asesinos y racistas con placa, y a aquellos que actúan como ellos, incluso si no tienen placa o arma emitida por el gobierno. Los ataques no se deberían llevar a cabo solo contra un individuo, sino contra el sistema que perpetúa asesinatos como el de Trayvon, Ariston Waiter, Joe Stafford y tantos otros.

No es la primera vez que se ha habido un asesinato racista a manos de una “figura de autoridad” en Sanford, Florida. Ni será la última si las protestas se limitan a la organización de marchas, con un conjunto de oradorxs que hablan vagamente de la necesidad de “justicia” y “responsabilidad”. Centrarse solo en castigar a quien a cometido un asesinato impide ver las condiciones generales que llevan al asesinato. No podemos esperar que los asesinatos de chicos negros a manos de la policía paren cuando la institución policial permanece. Aunque el propio Zimmerman  no ha hecho el juramento como oficial de policía, ha representado el mismo “papel” que uno de ellos en este caso. El departamento de policía de Sanford también ha ayudado a encubrir la muerte, tratando a Zimmerman como si portase una placa. La policía ha hecho públicas algunas declaraciones contradictorias de los testigos, para crear una imagen más oscura de la muerte. Tampoco realizaron una investigación inmediata de Zimmerman, permitiendo que los hechos desapareciera antes de hacerse públicos.

Aunque el sistema está horrible y fatalmente jodido, no podemos ignorar las acciones del individuo.  Obviamente, la acción de Zimmerman fue horrible y ha perjudicado a todos los involucrados. Este hecho debe provocar una respuesta, pero hasta qué punto es difícil de decidir. Juzgar la dinámica de la comunidad y la respuesta apropiada es difícil desde tan lejos. La mayor parte del país exige el procesamiento legal de Zimmerman como la forma adecuada de hacer justicia. Ya dimitió un comisario de policía tras la presión social ejercida por no haber arrestado a Zimmerman. No podemos ignorar el atroz asesinato que Zimmerman ha cometido. Pero enviar a alguien al complejo industrial-prisión nunca es justicia. Esta puede parecer una postura extrema para algunxs, pero para otrxs está claro que aunque lo que Zimmerman hizo fue despreciable, sentenciarlo a pasar algún tiempo en prisión solo lo sitúa bajo el dominio de quienes cometen actos racistas de violencia cada día. Castigar a un individuo con prisión solo perpetúa el terrible sistema.

Algunos intentan defender las intenciones de Zimmerman, incluso si sus acciones son universalmente aceptadas como deplorables.  Dirán: “Solo intentaba proteger su barrio sin contar con la policía, ¿no es loable?”. Está claro que es deseable que haya comunidades que no cuenten con la policía para resolver sus conflictos. Pero esto no es lo que Zimmerman buscaba. Él aun dependía mucho de la policía, tal y como prueban las 46 llamadas que hizo a la policía en un solo año. En realidad, Zimmerman intentaba imitar el comportamiento de la policía, asignándose una falsa posición de autoridad al auto-asignarse el puesto de jefe de vigilancia vecinal. No tenía ningún interés en crear una comunidad acogedora, sino más bien un espacio sin “intrusos”. Para Zimmerman todos los negros eran, automáticamente, intrusos. No se puede aceptar un racismo como este, y Zimmerman no debería salir de esta sin sufrir consecuencias. Las consecuencias que garantiza el Estado no son adecuadas; no hacen nada para evitar que este tipo de atrocidades se repitan.

En muchas comunidades, lxs manifestantes han empezado a tomar las calles con rabia por el asesinato de Trayvon Martin. Aunque mucha de esta rabia se ha centrado solo en este caso en especial, pero deberíamos alentar la expansión de la ira para incluir  toda la institución policial racista. El asesinato de Trayvon es el resultado del mismo engranaje que provocó las muertes de Ariston Waiters y Joetavius Stafford en Atlanta solo en los últimos seis meses. Sus nombres y los otros muchos de quienes son víctimas de la violencia policial no deberían olvidarse mientras Trayvon es llorado. La ira colectiva que todxs han sentido por la muerte de Trayvon no debería estar dirigida solo al castigo legal de una persona, ni limitado a plegarias desesperadas a las figuras de autoridad para parar la violencia. Una victoria en esta batalla no es una sentencia de prisión para  George Zimmerman o una nueva legislación. Levantáos y contraatacad a los cerdos que intentan controlar nuestras vidas.

Contra TOD(A) policía
Fuego a las prisiones

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